siempre lo mismo

me quema el frío de las sábanas atravesadas por un otoño abrumador y por lo helado de tu cuerpo.
me duele el aroma que dejas por toda la casa, de ese perfume que te pones para anda a saber qué. 
arde en mi pecho las palabras que traté de decir, esas que no entendiste; las que pensaste que eran de guerra pero eran de desesperación.
me abruma el eco de mi llanto aún resonante entre estas paredes que dejaste, ese llanto que casi se convierte en lenguaje y sabe susurrar -ahi donde te sentías comprendida, ahora no te entienden-. 
se me acelera el corazón y las lágrimas brotan por mis ojos casi de manera natural, como si nunca hubiese hecho más que llorar.
me ahoga lo imposible de nombrarte en cada persona con la que interactuo porque peleo sola la guerra de defender mi patria (vos) a capa y espada, confiada en que podes, en lo que sos, y en que me das más de lo que puede verse a simple vista.
me molesta encontrarme con el espejo todos los días y no reconocerme, sentir que me estoy volviendo loca. 
todos los días recorro las calles que recorrimos, como en la mesa que comíamos y uso la computadora que usabas. todos los días. 
pero sabés qué más me duele? el paralelismo absurdo de verme sollozando por cada rincón que nos vio, sabiendo que no podría jamás pasarte algo así.
sabiendo que comes tranquilo, total nunca me senté en tu mesa, y que dormis abrigado, porque allá donde estás no existe el frío de mi ausencia, pues, directamente, nunca existió siquiera la calidez de mi presencia. tus calles no me conocen, tu familia menos; vos podes seguir tu vida, yo no la llené de mí, sigue siendo tuya.
sin embargo, ando buscando un espacio que no te nombre como si fuera un premio millonario, y aún no puedo dar con él. 
si había algo vivo, está muriéndose, y yo lo estoy duelando. el duelo de acomodar todo sabiendo que vas a pasar, como un huracán, a desarmarlo; a tirar papeles sobre lo barrido, a desacomodar el colchón que puse, a llenar mi escalera de ropa tuya. y que quizá deba ser feliz solo rebajandome a abrazar esos rincones, esperando encontrar en objetos inanimados algo real, como el amor que me tenías. 
sentir que tu vida se desmorona frente a mis ojos y preferir que sea la mía.
haber dado todo, y sentir que sigo en falta. me quedo tranquila, porque si las paredes de mi habitación hablaran, sangrarian. 
y eso significa algo.

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