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hay una habitación intervenida por un sexo desenfrenado e incomprendido que la dejó en total desastre y yo le digo arte 
por esa vez que leí que los artistas eran desordenados 
yo le digo arte a un sexo hecho en palabras y no me detengo en la coporalidad sino en el cuerpo entero de una montaña de dichos y desdichos que supieron rozar el placer y el dolor, que casi se agarran de la mano para caminar juntos 
hay una habitación atravesada que se deshizo en cuatro paredes y se rehizo en un mundo del que no salimos jamás. el afuera es tan sencillo y nosotros atrapados acá adentro. 
es una habitación deshumanizada que me deshumanizó. de a ratos me confundo con este montón de ropa tirado, podría adoptar su color y forma. 
en algún punto les admiro. hoy tener columna vertebral me parece de más, quisiera que sea desmontable y así poder desmoronarme como ese pedazo de tela que dejo caer ni bien piso esta habitación, se la ve tan cómoda sin nada que la sostenga. pero debo mantenerme en pie, osea, literalmente, erguida. 
hay un montón de cosas que quiero acomodar pero este montón de mugre y yo, sabemos, que debería empezar por recolectar, mínimamente, toda la ropa que tiré adentro mío. esa emocionalidad en tela que dejé recubra todos mis órganos pero que, ahora, hecha bollito, me aprieta la garganta. no me deja respirar. 
hay algo de esta habitación que es lo que sea que hay dentro mío. 
yo, atravesada, mi habitación, intervenida. por lo más mundano. 
igual el jueves vuelvo al psicólogo y seguro dejo de pensar que tener columna vertebral es al pedo.

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