un faro en medio de la oscuridad

Hoy hablaba con Lucia y para describir a alguien que forma (ba) parte de mi vida dije que, era para mi, un faro en medio de la oscuridad. Y la verdad que sí.
¡Que poeta! Y que vergüenza, a veces, que me escuchen así, tan queriendo.
Mirá, cómo te explico, el faro sirve para alumbrar el camino de los barcos.
El faro y el barco, son sujetos, son distintas especies. Especies que jamás tienen contacto la una con la otra, más allá del formal.
No te digo que son contrarias pero son mundos, por decir, diferentes y paralelos. No hay punto que los una, pero corren en simultáneo.
Y, aunque estando tan cerca, no se toquen: se necesitan.
Porque el faro trae claridad al camino del otro.
El barco tiene un entorno de más barcos y no hay siquiera UNA PIEZA en común con el faro. En el barco están todos y los faros, los que resuenan en mi mente ahora mismo, tienen una historia medio sombría.
Y a veces creo que entre nosotros dos no hay un personaje marcado, muchas veces somos el barco y muchas otras un faro.
Supimos ser los dos, creo yo.
Pero hoy me parece que lo correcto es desñojarse de las dos caracterizaciones y entender que ya no somos metáforas, sabes.
Es muy lindo pensarnos así pero en el medio de toda esa poesía pasa el tiempo y el tiempo duele.
El tiempo que no me iluminas, me lastima.
Y el tiempo se me pasó. Porque un día te quería un poco y ahora, ya casi pasó un año, no puedo dejar de querer.
Se me fue de las manos.
Y en el medio esperé que me ilumines aunque sea un poco pero cada tanto no me sirve, si me apaga más.
Nos vimos. Te quiero, aunque te hayas apagado en mi camino. Siempre en mi memoria, gracias por traer cosas nuevas a mí. Hasta luego.

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