Hoy pensaba en las heridas sumidas en el inconsciente que te causa un dolor joven, más sin razón.
Cuando sos chico duele que no te acepten, porque si, por cosas que no podés cambiar. Duele que se tomen el tiempo de recordarte porqué no lo hacen. Y quizá en el momento no te das cuenta cuánto te está doliendo, pero más tarde, cuando se interpone a tus acciones diarias, y de golpe, no podés entablar relaciones porque tú mente no para de preguntarse si estás haciendo algo mal o asume que si, que lo estás haciendo, como siempre, entonces ahí te das cuenta que hay dolores que no sanan porque no tenían siquiera razón de ser.
Y nos exponemos a estas situaciones todo el tiempo, porque es inevitable que pase.
Porque te van a bardear, tratar mal, criticar, quizá hagan que te odies por años, y que tu mente no descanse, vas a sentir que están en todos lados, es inevitable porque la gente está rota y te quiere romper.
Pero, quizá, si todos los que vemos desde afuera estas situaciones nos adentraramos al oficio de dar apoyo, dolería un poco menos. Porque quizá si a nosotros, ya rotos, nos hubiesen dicho que no había nada malo en nuestro ser, no estaríamos años después padeciendo una respuesta que no encontramos.

Comentarios