Uno no tiene mucho que decir comúnmente. Nos esforzamos por tener algo para contar, y no sale nada, o puede que salga pero es medio medio.
A veces pienso en las tragedias y cómo uno las va apegando a la rutina para que no parezca tanto, porque al final, si no sabemos de tragedias, de qué podemos escribir?
Es triste que nuestro peor momento sea el morbo de nuestra inspiración.
Sobre lo que dije, que no tengo qué decir, es así. Literalmente no hay nada que mi cerebro quiera expresar pero aún así me veo en la necesidad de sentarme a escribir esto. Me permito, quizá, pensar que la cotidianidad no tiene nada de malo, no es pecado.
Pienso que el mundo visible y superficial se divide en el extremo bueno y el malo, los dos dejan algo que contar, Y NECESITAMOS TENER QUÉ CONTAR. Pero entre un extremo bueno y uno malo hay un abismo de monotonia que nos arrastra a ocultarla y vivir en un extremo pasado, hasta que otro se haga presente. Ese abismo pueden ser años de estar en el medio de la nada.
¿Por qué la gente no puede vivir sin tener que sobresalir con un anécdota? ¿Por qué el humano es tan poco natural? Digo, literalmente todo lo que nuestro cuerpo genera es natural, de donde venimos, a dónde vamos, y lo que hacemos en el medio conecta de alguna u otra forma con lo natural. Aún así, con un cuerpo humano, pertenecientes a la clasificación de seres vivos somos lo menos natural que éste planeta ha de parir. Hemos nacido de una tierra que aborrecemos, hablado un idioma que olvidamos, y creado monstruos inmemoriales y sistemáticos.
¿Qué nos pasa? Nuestra mente funciona tan lento que no podemos mirarnos a la cara dos segundos sin tener que contar una pelotudez que pasó hace 20 años, que a nadie le importa, que nadie preguntó, porque estamos tan sumidos en un mundo humano que no entiende de silencio y nos obliga a que nuestro cerebro haga cortocircuito cada vez que se da la posibilidad del mismo. No podemos ni escuchar la naturaleza siendo naturaleza.
Igual ahora creo que quizá si quería decir algo porque me enojé escribiendo esto. Sorry.
A veces pienso en las tragedias y cómo uno las va apegando a la rutina para que no parezca tanto, porque al final, si no sabemos de tragedias, de qué podemos escribir?
Es triste que nuestro peor momento sea el morbo de nuestra inspiración.
Sobre lo que dije, que no tengo qué decir, es así. Literalmente no hay nada que mi cerebro quiera expresar pero aún así me veo en la necesidad de sentarme a escribir esto. Me permito, quizá, pensar que la cotidianidad no tiene nada de malo, no es pecado.
Pienso que el mundo visible y superficial se divide en el extremo bueno y el malo, los dos dejan algo que contar, Y NECESITAMOS TENER QUÉ CONTAR. Pero entre un extremo bueno y uno malo hay un abismo de monotonia que nos arrastra a ocultarla y vivir en un extremo pasado, hasta que otro se haga presente. Ese abismo pueden ser años de estar en el medio de la nada.
¿Por qué la gente no puede vivir sin tener que sobresalir con un anécdota? ¿Por qué el humano es tan poco natural? Digo, literalmente todo lo que nuestro cuerpo genera es natural, de donde venimos, a dónde vamos, y lo que hacemos en el medio conecta de alguna u otra forma con lo natural. Aún así, con un cuerpo humano, pertenecientes a la clasificación de seres vivos somos lo menos natural que éste planeta ha de parir. Hemos nacido de una tierra que aborrecemos, hablado un idioma que olvidamos, y creado monstruos inmemoriales y sistemáticos.
¿Qué nos pasa? Nuestra mente funciona tan lento que no podemos mirarnos a la cara dos segundos sin tener que contar una pelotudez que pasó hace 20 años, que a nadie le importa, que nadie preguntó, porque estamos tan sumidos en un mundo humano que no entiende de silencio y nos obliga a que nuestro cerebro haga cortocircuito cada vez que se da la posibilidad del mismo. No podemos ni escuchar la naturaleza siendo naturaleza.
Igual ahora creo que quizá si quería decir algo porque me enojé escribiendo esto. Sorry.
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