lo pongo en todos lados porque es sincero

Todos queremos acaparar la atención de un alguien.
Si escribimos, queremos que nos lean; si bailamos, que nos observen; si pintamos, que nos entiendan; si cantamos, que nos oigan. Cada acción que elegimos llevar a cabo tiene un porqué y un para quién.
Cuando estas palabras salen de mi piel, como si mi cuerpo fuera más de ellas que mio, y me desollo frente a ustedes, quiero que me lean. Y no en la banalidad de la acción, de posar sus ojos frente la pantalla y bajar, bajar, bajar, saltearse las palabras, las oraciones; sino en lo profundo del hacer, el pensar paralelamente al leer, el ver en el escribir el verbo del despellejar; saber que estoy hundiendo dolores que atormentan, vicios, y hasta los momentos más culmines de mi vida en sus memorias, apartándola de mi presente y vivencia. Le estoy dando a, quien sabe quién, lo único atemporal que tengo: mi palabra. Y la estoy firmando, con nombre y apellido.
Lo que no me importa no lo escribo, quizá eso si, lo hago parte de mi cotidianidad.
Lo que me importa, me atraviesa, me entristece, me hace feliz, me sacude, o incomoda, lo traspaso a esto; y lo regalo. Aunque sé que nadie me lee, realmente no lo sé. En realidad, cuando me leen ¿cuánto me leen?
Toda acción en este mundo tiene un fin. Entregar una de las pocas cosas que te nacen del alma, es una de ellas.
Cualquier ser que actúe, cante, baile, haga música, escriba, dibuje, o transforme, de la manera que sea, un segundo en arte, para obsequiarselo a tu memoria y psique, sabe lo que está haciendo, no es casualidad, ni humildad.
Te están regalando la experiencia de que sepas que hay otro corazón que late como el tuyo, para que les des el beneficio de la eternidad. El quedar, para siempre, en tu mente.
O eso siento. Que cada muestra que pertenece a un otro, pero que nace de un nosotros, es la constante búsqueda, por palpar la inmortalidad.

Siempre dije que no me importaba que me lean, que escribía para mi; si era para mi ¿por qué lo escribía?
Y pasé muchos años diciendo que no tenía interés en aferrarme al mirar ajeno, pero nunca dejé de pasarle mis entradas a mis amigxs, entonces, si quería que me lean. Quería que me lean por si me pasaba algo, que sepan que sentí, que lloré, que reí, que escribí sobre ellos, que los quise y, en algunos momentos, no tanto. Porque sus memorias eran mi eternidad, y quería permanecer ahí; porque me parece justo, que mi alma dure más que mi cuerpo en esta tierra. Y creo que todos tenemos, al final del día, del mes, de la vida, o del segundo que estamos habitando, un sentir parecido a este.

Porque todos vemos y hacemos arte, aunque no todos lo comparten. Quizá, quienes no lo hacen, tienen mejor asumido el saber que no hay inmortalidad que dure.

Comentarios

  1. Medio que siempre en el fondo está esa necesidad de recibir algún tipo de atención, supongo que es lo más humano que nos sale para mostrar que buscamos afecto, o algo por el estilo.

    igual sea cual fuese el resultado, creo que si lo sentís va a tener valor, y si eso existe, seguro que marca la diferencia! por lo menos en uno mismo. Quiero creerlo por lo menos.
    (salvo la última vez que compartí mi 'arte', algunos ciber-hampones lo empezaron a hacer tazas y remeras, y ahí me re cabió jaja)

    Unos saludetes General Laia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. siii obvio igual no tiene nada negativo porsupuesto querer compartir lo tuyo y que sea bien recibido. igual no hay que confundir eso con q te afanen el laburo jajaja, leí lo que te pasó, tremendo, lo peor es que pasa SIEMPRE eso de que roban diseños, se los apropian y hacen plata. horrible. igual lo de hello pity, realmente increíble, un aplauso para uste y su creatividad. saludisss💚

      Eliminar

Publicar un comentario